martes, 12 de mayo de 2009

Todo amante tiene un poeta en la cabeza y un loco en el corazón.

Las verdes hojas filtran la  luz del sol y con el leve estremecimiento del viento trazan complicados dibujos sobre mi piel...
Silencio. Paz. Reboso alegría.
En mi mente, el poeta trabaja frenéticamente. Una sonrisa hermosa, más si cabe por ser sincera... Un rubor imposible de disimular... Unos ojos profundos, de los que jamás podré salir... Con eso tiene tarea para rato.
En mi corazón el loco grita, canta, baila... Quiere tomar el control, no lo sabe, pero ya lo tiene.
Y todo mi ser navega en la promesa de un quizá, perdido en el divagar del juglar y el deseo del desequilibrado... Mezclando imágenes veraces e imaginación, intentando  moldear la realidad a su antojo.
Mientras loco y poeta se entretienen se estremece un elemento más en mi interior...
¿Será mi alma?¿Inquieta ante la posibilidad de encontrarse con un alma maravillosa?
Sí, mi alma respira un frescor nuevo ante la promesa de otro alma. De un alma profunda y misteriosa como los fértiles valles de montañas olvidadas o las negras simas del vasto mar. Un alma alegre como la música, como la danza, como la frenética vida de los seres del bosque. Un alma rebelde y traviesa, con quien pasar hora tras hora compartiendo ideas. Y ante todo la promesa de la magia, esa energía maravillosa que sólo algunas poseen...
Y abro los ojos y río. Río porque me compadezco de mí, río porque soy feliz. Porque vivo de sueños y esperanza de que se cumplan y porque ahora sé que tengo el valor para intentarlo.

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