lunes, 6 de junio de 2011

binomios fantásticos I

Primera incursión en la técnica del binomio fantástico. Esta vez: reloj-dragón.


El titilar de las múltiples velas arrancaba una miriada de reflejos de las diminutas escamas plateadas, cada una de ellas trabajada con mimo y esmero por el relojero. Cientos de relojes dialogaban en su propio idioma, en las paredes y estanterías. Las gruesas gafas, tras las cuales sus ojos parecen abiertos en un eterno gesto de sorpresa, resbalan por su bulbosa nariz mientras con el pulso firme que su profesión requiere da los últimos retoques. Un clic por aquí, una correa suelta por allá. Dos vueltas más de tuerca y... el anciano se separa del objeto, lo mira de lejos. Rodea la mesa y agarra una de las alas. Juguetea con ella, plegando y desplegando la estructura, el cuero ajusta perfectamente al armazón. Gira sobre si mismo y con andares pausados, como si sopesase cada paso antes de darlo, sabedor de a donde le conducen, se dirige a un cajón del cual saca una cajita. La abre con la llave que lleva colgada al cuello y saca las dos pequeñas piedras. Un rubí y una esmeralda. Volviendo a la mesa, engarza cada una de ellas en una de las cuencas vacías.

-Que el fuego guíe tu carácter; sé vivaz, alegre, juguetón, e implacable. Que la vida sea tu meta; aprende de ella, protégela cuando sea necesario y sobre todo, disfrútala cuanto puedas.

Tras decir esto desengancha la pinza de su reloj del bolsillo del chaleco. Le echa el aliento y le saca brillo con la manga. Se detiene a mirar el dibujo que hizo grabar sobre la tapa aquella que se lo regaló: Yggdrasil, el árbol de los mundos, que conectaba todos los planos de existencia. Y debajo dos palabras: fantasía y realidad. Suelta la cadena y con cuidado desprende la tapa trasera, dejando al descubierto el mecanismo en marcha. Un sinnúmero de ruedas dentadas que bailan al son del tiempo, hacia un futuro que sólo ellas conocen y del que nada dicen. Lo deposita con reverencia sobre la mesa y coge un alfiler. Deja caer una gota de sangre de su índice sobre el mecanismo y engancha el reloj en el hueco que le corresponde, el pecho de su creación.

-Esta noche, nuestro sueño se hará realidad. Tú serás nuestro Yggdrasil, el puente entre los dos mundos en los que siempre nos hemos movido. Con tu cuerpo metálico y tus engranajes eres un ser material, a merced de las leyes físicas de este mundo. Eres real. Tu forma de dragón, mi sangre transmitiéndote mi fe y el espíritu del fuego y la vida en tu interior te confieren el estatus de mito, a merced de la imaginación de aquellos que osan volar con su mente. Eres Fantasía. Vive pues y haz todo aquello que nosotros no pudimos. Yo ahora parto a buscarla, necesito reunirme con ella. Encuentra tu propio camino.

Encorvado, sintiendo de repente el peso de todos los año que ha pasado en este último proyecto, apaga las velas, cada soplido le cuesta más que el anterior. Tras apagar la penúltima y casi sin respiración abandona la habitación. Una leve sonrisa se deja entrever en sus facciones. Baja las escaleras y sube al coche de caballos que le está esperando. De repente, todos a uno, los relojes enmudecen y un golpe de viento abre la ventana del taller apagando así la única vela encendida. Sólo se oye el viento y si se presta atención el leve tic tac del pecho del dragón, cuyos ojos se iluminan con una tenue luz. Vacilante da sus primeros pasos a lo desconocido.