jueves, 21 de mayo de 2009

Noche de tormenta.

Truenos. Las olas golpean las rocas con violencia y la espuma salta en un vano intento por alcanzar las nubes.
El paisaje apenas se perfila en sombras, negro sobre negro que con cada estallido se torna blanco. 
La lluvia cae con fuerza dando una vívida melodía al lento ritmo de la tormenta y el mar. El huracanado viento se encarga de los coros.
Detrás del acantilado, la majestuosa montaña preside el espectáculo y en sus faldas todo el bosque baila al mágico son.
Y mirando al horizonte, justo al borde del precipicio, dos sombras mecidas por el viento se abrazan y se pierden en esa melodía que el universo les está regalando.
Y sus sonrisas iluminan la noche.

1 comentario:

  1. Hermoso escenario el descrito, ya sabes que me gustó mucho. Ahora intentaré crear fantasía en otro lugar. Más cercano a la realidad.
    Quizá diez metros cuadrados donde perder la tarde. Quizá, solo quizá, cuatro paredes enyesadas en las que jugar con las sombras. Poca luz y persianas bajadas. Cuatro objetos mal puestos intentando crear ambiente. Y allí, justo allí, el poeta descansa, duerme, sueña, crea. Crea ilusiones, vive fantásticos sueños y trabaja su realidad. Se pierde en un mar de suspiros mientras que yo, en silencio, recojo todos y cada uno de sus secretos. Persuado a las hadas que custodian sus besos y disfruto del aroma y del calor de su piel mientras duerme. Todavía no sabe que robo sus latidos.
    Sobre sus brazos, duendes y seres del bosque danzan al son de su corazón, fuente de una única y fluida melodía capaz de rasgar mi pecho e inundar de alegría y ternura cada pensamiento, cada recuerdo. Ahora en mi mano, puedo sentirlo, sigue en su pecho pero sigue siendo mi mano la que lo porta. Tiemblo frente a la fuerza que este desprende. Inevitablemente, le necesito. Necesito que sea él, el juglar que entone cada noche alegres canciones que llamen a la fantasía. Necesito que sea él el cuentacuentos que tiña de vivos colores la frialdad de un mundo no siempre justo. Le necesito a él. A la textura de sus labios y la sonrisa que estos desprenden. Necesito su voz, sus susurros y sus caricias. Necesito llenarme de su pasión y necesito que me necesite, que me ame como yo le amo.
    Por ocho pasos ya contados y por aquellos que se acontecerán.
    Gracias, mi vida.

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