lunes, 25 de febrero de 2013

Hora de dar pasos cortos

"Tenía un sueño y se dejó guiar por él. Cansado del mundo en el que vivía decidió aportar su granito de arena cambiando poco a poco su rutina. Comenzó cediendo el sitio en el autobús e invitando a un bocadillo al hombre que pedía en la puerta del supermercado y al poco ya estaba al cargo de la sección provincial de una conocida ONG. Un día se le acercó un desconocido y le preguntó por qué no miraba más allá, por qué no intentaba aplicar su cambio a la sociedad, el país tenía mucho que ganar en tiempos tan difíciles y él poseía los medios para ayudarle a alcanzar una posición que le permitiese hacer algo de verdad. Firmó cuatro inocuos documentos y en apenas  seis años se encontraba rodeado de comodidades en un inmenso despacho al frente del gobierno de la nación. El pueblo le llamaba salvador y en las iglesias daban gracias por su buen hacer, el paro había descendido a un anecdótico 0.5%.
Su benefactor se presentó ante él con una nueva oferta, un laboratorio de su propiedad estaba a punto de descubrir una cura para la Aquinia, una de las pocas enfermedades que aún no se podía curar, más aún, que se estaba expandiendo rápidamente. Si firmaba ese documento confiriéndole una sustancial cantidad de fondos del estado se comprometía a distribuir la vacuna gratuitamente en todos los colegios y centros cívicos del estado. Lo que no le dijo es la fuerte dependencia que creaba, ni el alto precio al que vendería las siguientes dosis."


La delincuencia y la violencia han alcanzado límites insospechados y la economía se ha hundido. No se sabe qué fue del llamado Salvador, hace meses que desapareció y la calle se ha llenado de hombres y mujeres que no tienen nada, algo que ya no estábamos acostumbrados a ver. Pero aún queda algo de esperanza, anoche me atracaron unos desconocidos y me abandonaron en un callejón dándome por muerto. Desperté en el regazo de un hombre sucio y cubierto de harapos que me estaba dando de beber en una sucia taza de latón. Cuando recuperé del todo la conciencia me ofreció un pedazo de pan y se ofreció a acompañarme a casa para que no me sucediese nada más. Cuando le pregunté por qué hacía todo esto, en vez de haberme dejado tirado e incluso haberme quitado la ropa, que le hubiese mantenido a salvo del frío mejor que sus harapos me contestó:

"Persiguiendo grandes acciones cometí el mayor de los errores,
con actos humildes intento conseguir el mayor de los bienes"


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