domingo, 4 de noviembre de 2012

Desesperación

Y el hombre grita y golpea las pareces de la oscura celda que él mismo construyó.
Al principio fueron banalidades, pequeños detalles sin importancia, pero cuando la belleza, la alegría y la luz comenzaron resultarle dolorosas decidió hacer algo. Se enclaustró en una burbuja de autocompasión y pasó tres días con sus tres noches alternando el estudio de mohosos manuscritos con el escrutinio de su corazón y llegó a una dolorosa resolución. Debía encerrarse, encerrarse y esperar, quizá durante años, quizá durante una eternidad hasta que de alguna forma consiguiese recordar la manera en la que ordenar sus sentimientos.
Fuera de su celda, que se encuentra a los ojos de todo el mundo, nadie puede oírle gritar, ni puedo oír las oscuras palabras que, en los peores momentos, salen de su boca. Ese es el mejor escondite y el mejor lugar también para que si consigue limpiar su corazón, cualquier tipo de esperanza pueda encontrarle a él. Pues su oruga de colores murió y nunca volverá. Fue pisada por la enorme bota de la realidad y ningún tipo de magia pudo devolverle la vida.
Y ahí sigue, entre todos vosotros, con la garganta ardiendo de dolor, gritando sinsentidos y destrozando sus maltrechos nudillos.

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