Tras el ataque solo quedamos 10 supervivientes, entre ellos, el capitán y yo mismo. Con el timón destrozado y a merced del tempestuoso viento nos vimos arrastrados hacia esta perenne oscuridad. Tras dos días sin ver la luz del sol, según cálculos del capitán, Jimmy sucumbió; juró que Charlotte, la alegre moza de turgentes pechos que conoció en el último puerto y de la que no paraba de hablar, le estaba llamando y, sin pensárselo dos veces, se arrojó al mar. Nunca supimos de él.
El día que se acabó la última vela, estalló la primera pelea, dos hermanos, machete en mano, se disputaron un trozo de pan duro entre los gritos de ánimo del resto de la tripulación. Ninguno de ellos sobrevivió y, pese a mis protestas, el temor del capitán ante un posible motín permitió que esa noche los indeseables que habían alentado con sus improperios la reyerta cenasen estofado de carne...
Después de aquel espantoso espectáculo, el estado de la tripulación empeoró rápidamente. Terminaron convertidos en bestias desquiciadas que gruñían, gritaban y se peleaban recorriendo la cubierta, convertida en una jungla, con la mirada perdida.
Los pocos que quedaban con vida, a penas dos o tres, saltaron por la borda entre gritos cuando la niebla impidió ver la luz de las estrellas. En ese momento pudimos poner fin a nuestro confinamiento, el capitán y yo, y abandonar sus aposentos. Sentaba bien volver a respirar el frío viento del mar, aunque nuestra esperanza hubiese desaparecido.
El tiempo pasó despacio, con nuestras voces como única compañía en la absoluta oscuridad y la tranquilidad de un mar en completa calma. A cada momento sentíamos como la niebla reptaba por nuestro cuerpo e intentaba arrebatarnos el calor de la vida. Combatimos con honor y gracias a las reservas de ron conseguimos mantener la temperatura corporal...
Se acabó el agua potable y cuando iba a comunicárselo al capitán solo obtuve silencio por respuesta. No sé que habrá sido de él, solo espero que al final haya encontrado lo que buscaba.
A penas me quedan unas horas y sé que ya no voy a ver ninguna luz, ni mi cuerpo va a sentir calor por última vez, solo me queda poner mi vida en una balanza y ver qué equipaje me llevo al más allá.
He conocido hombres que darían su mano derecha por ayudar a sus congéneres, he visitado parajes hermosos y exóticos y he aprendido cientos de historias y he presenciado maravillas tecnológicas que creía imposibles. He encontrado la dicha en la sonrisa de un desconocido y he compartido el dolor con quien lo ha perdido todo. Lo he dado todo en el amor y me he llegado a sentir correspondido. Lo he tenido todo y después lo he vuelto a perder. Sí, esta vida ha merecido la pena, solo quiero que sepas, extraño, que marcho en paz y que mi alma reposará por siempre jamás con la tranquilidad que otorga un trabajo bien hecho y una vida plenamente vivida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si es vuestro menester, dejad una opinión...