Qué luz desprendían sus alegres ojos cuando me la dio. Era frágil y fina, del color de la madera vieja. Una trenza de cuero que ató a mi muñeca. Quizá ella no se diese cuenta, pero es ahora, a altas horas de la noche cuando lo siento con seguridad. Una energía maravillosa, un residuo de su agradable calor... trenzadas entre el cuero han quedado partículas de sus sueños, de sus esperanzas, de sus deseos...
¿Acaso podría existir algo mejor que deseo, sueño y esperanza trenzados? Para muchos una simple pulsera, para mí: amor.
domingo, 29 de agosto de 2010
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