Dejo el castillo a mi espalda y tomo el camino que, remolón, caracolea en torno a la arbolada colina.
En la noche sin luna, arrullado por Zierzo, me deleito con la sensación de sentir, a través de la fina suela de mis botas, la forma de cada uno de los irregulares adoquines. Al alcanzar la cima el resultado no es el que esperaba, apenas dos bancos destrozados y vistas a un aparcamiento poblado de furgonetas blancas y fango oscuro, pero no desespero, la noche acaba de empezar.
Desciendo la ladera, ahora en línea recta, poco a poco al principio, a la carrera ya a mitad de pendiente. Siento el calor en mis ateridos músculos y esquivo con destreza las ramas que amenazan mi rostro. Río y los últimos metros transcurren entre zancadas y saltos.
Cuando mi respiración se pausa, y sin apenas darme cuenta, mi pensamiento vuela hacia ti, seas quien seas. Me da por pensar que quizá no existas y mi corazón esté condenado a vagar en soledad por esta ciudad por siempre, o quizá ya te he visto. Puede que cruzásemos una mirada frente al Paraninfo, te sentases a mi lado en el autobús de camino al campus o que incluso hayamos mantenido alguna conversación insustancial.
Igual me observas en la distancia y yo lo desconozco.... ¡Ja! Esa si que no cuela.
Una vez más mi razón se esfuerza por hacer comprender al obstinado encarnado que el amor es una ilusión, literatura barata, otra idea más del marketing actual. Y aun así te busco. Busco tu silueta entre los árboles, tu sonrisa entre la multitud y tus ojos en los reflejos de cada charco, fuente y escaparate...Inútil, como buscar una estrella en este cielo sin luna, asediado por la contaminación lumínica de cientos de farolas.
Mis pies me han llevado hasta el puente de piedra. Así que es el Pilar el que queda ahora a mi espalda mientras cruzo sobre las rápidas aguas del Ebro, negras como esta oscura noche, la única en la que soy capaz de dejar mi pluma fluir, temeroso de que la tinta se congele y no pueda terminar.
Ya solo resta sentarme, en el banco, frente a mi viejo amigo para, con mi compañía, intentar paliar su eterna tristeza. Las lágrimas ruedan por sus escamadas mejillas mientras mira, anhelante, el horizonte. ël llora una antigua pérdida, yo, hoy, me propongo celebrar el comienzo de una nueva búsqueda.
Meteré mis dedos, una vez más, en las frías aguas del estanque formado por sus lágrimas y, volteando mi paraguas a ritmo de rock & roll, mis pasos resonarán en la noche de Zaragoza mientras intento recordar donde escondí mi corazón y mientras, uno a uno, visito todos mis rincones hasta que me sienta completo una vez más.
sábado, 16 de marzo de 2013
Suscribirse a:
Entradas (Atom)