Es cuando veo tus ojos tristes. Cuando veo como el peso de un mundo a veces demasiado cruel puede apagar el fulgor más intenso que jamás conocí, cuando de veras ansío la magia.
Deseo rodear mis muñecas con sendos grilletes y ligado a una vieja lámpara de aceite hacer todos tus deseos realidad. Escalar la montaña más alta del reino más inhospito para consultar al oráculo la forma de recuperar tu sonrisa. Descender a las entrañas de la tierra y recuperar el artefacto que ponga los astros a tus pies, y poder verte bailar y brincar entre ellos. Abrazarte bajo en la noche y al ver una estrella fugaz caer a lo lejos, cogerte de la mano y pedirte que cruces el muro junto a mí para ir a prestarle auxilio... Recorrer los reinos de las hadas, surcar el cielo junto a las magníficas águilas gigantes, adentrarnos en la cueva del dragón y volver siempre a una cálida casita donde recordar lo vivido al calor del hogar.
Pero he de conformarme con el único poder que tengo a mano: mis palabras, nuestra ilusión y tu imaginación. Cuando te sientas sola, o algo no vaya bien imagina. Imagina que estás sentada a la sombra de un gran árbol mecido por el viento. Que el sol brilla sobre la hierba que ondea en todas las direcciones y te llegan aromas silvestres y olor a tormenta. Imagina que mis dedos surcan tu cuello y que al oído, tiernamente, te susurro cuanto te amo.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
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